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¿Qué son los humedales?


Con el propósito de reglamentar las actividades que se realizan en estos sistemas y proteger los mismos, las agencias federales, el Cuerpo de Ingenieros (COE), la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y el Servicio de Pesca y Vida Silvestre Federal (FWS) hacen uso de la misma definición de humedales contenida en el Manual Federal para Determinación de Jurisdicción de 1987 del Cuerpo de Ingenieros: Áreas transicionales entre sistemas acuáticos y terrestres frecuentemente inundadas o saturadas por aguas superficiales y subterráneas durante un período de tiempo suficiente como para que empiecen a haber unos cambios en el suelo que los capacita para que crezca un tipo de vegetación especialmente adaptada a vivir en estas condiciones (vegetación hidrofítica).

Existen tres parámetros básicos que son utilizados por las agencias federales para definir un humedal: Suelo, hidrología y vegetación. Estos deben ser aplicados para delimitar e identificar humedales, tanto en sistemas tropicales (como el nuestro) como en sistemas templados y boreales, lo que ha levantado grandes conflictos técnicos.

Este método requiere la presencia de por lo menos un indicador para cada uno de los tres parámetros mencionados. La situación de aplicabilidad de los parámetros en la Isla es la siguiente:

La hidrología es considerada una condición esencial del humedal, pero es la más difícil de probar ya que la misma varía, entre otras cosas, dependiendo de la precipitación, particularmente en sistemas tropicales. El parámetro de suelo hídrico, es aquel que muestra características de saturación, inundación o empozamiento de aguas.

La vegetación es el único parámetro regionalizado de acuerdo a las características del Caribe. Para ello existen los indicadores de frecuencia, los cuales expresan la regularidad con que una especie de planta crece naturalmente (sin haber sido sembrado) en un sistema de humedal en contraposición a un sistema que no lo es.

Las plantas típicas de humedales (hidrofíticas) tienen una serie de adaptaciones morfológicas que les permiten sobrevivir en condiciones anaeróbicas (ausencia o baja concentración de oxígeno en el medio). En los distintos tipos de humedales de Puerto Rico crecen aproximadamente unas mil especies de plantas. Algunas especies necesitan suelos húmedos permanente o temporalmente) para poder sobrevivir o desarrollarse óptimamente. Este es el caos de la especie obligada, la que bajo condiciones naturales se encuentra en humedales en más del 95% de las veces.

Otras especies, sin embargo, crecen naturalmente tanto en humedales como en lugares que no están considerados como tal. Entre este grupo podemos mencionar: La facultativa de humedales, que generalmente (del 66%^al 95% de las veces) se encuentra en humedales, pero que en ocasiones se encentran en lugares que no lo son; la facultativa, que algunas veces (del 33% al 66%) se encuentra en humedales; y la facultativa de terrenos que no son humedales, que ocasionalmente (en menos de 33% de las veces) se encuentra en humedales. Esta última, es una especie típica de terrenos que no son humedales.

Como bien podemos notar, el método antes descrito no toma en consideración las particularidades de nuestros ecosistemas debido a que muy frecuentemente los humedales no exhiben los tres parámetros; por ejemplo, nuestras ciénagas estacionales (sistemas inundados o saturados en época de lluvia).

Por otro lado en la Primera Conferencia – Taller sobre Humedales, la bióloga, Bárbara Cintrón, ofreció una descripción de los humedales apoyada en nuestra relación con el Caribe. En su opinión, en el marco caribeño es más natural pensar en éstos como lugares donde el agua se acumula o brota de la tierra (áreas de descarga de aguas subterráneas). Ejemplos clásicos nuestros lo son la Laguna Tortuguero y el Caño Tiburones en Arecibo.

Tipos, funciones y valores

Se reconocen en la Isla siete tipos diferentes de humedales (Preliminary Guide to Wetlands of Puerto Rico (USCOE, 1978) a saber:

1. Acuático marino (“saltwater aquatic”) – Este sistema se encuentra dominado por praderas submarinas (yerbas marinas como Thalassia y Syringodium). Son áreas generalmente muy productivas debido a la gran variedad de vegetación y organismos que albergan.

2. Planicies costeras de agua salada (“saltwater coastal flat”) – Salitrales asociados al manglar.

3. Ciénaga de agua salada (“saltwater marsh”) – Áreas dominadas por plantas herbáceas (25% ) y plantas leñosas (40%), inundadas ocasional o regularmente por agua salada (Ej. Acrostichum auruem y danaeifolium y Laguncularia racemosa (mangle blanco).

4. Pantanos de agua salada (“saltwater swampy) – Se encuentra representados por los mangles rojo (Rhizophora mangle) y negro (Avicennia germinans).

5. Acuático de agua dulce (“freshwater aquatic”) – Ríos, lagos y charcas con vegetación flotante o arraigadas e inundadas.

6. Ciénaga de agua dulce (“freshwater marsh”) – Dominadas por plantas herbáceas (25%) y plantas leñosas (40%), inundadas ocasional o regularmente por agua dulce (Ej. Enea (Typha ).

7. Pantano de agua dulce (“freshwater swamps”) – Se caracterizan por poseer más de un 40% de su área cubierta por vegetación leñosa y por encontrarse inundados en ocasiones por aportes de agua dulce. Ejemplos de éstos son el pantano de Palo de Pollo (Pterocarpus) y el pantano de Anona.

De los humedales mencionados sólo dos son los más conocidos: Pterocarpus y manglares. Sin embargo, los siete tipos de ecosistemas igualmente importantes ya que ejercen distintas funciones, o comparten algunas, las cuales están al servicio del hombre gratuitamente. Sirven como hábitat para una gran variedad de especies de peces, aves y mamíferos asociados a estos sistemas y poseen otros valores adicionales necesarios para mantener la calidad del ambiente.

Estos recursos sirven como reguladores del flujo de agua de lluvia, reducen el efecto de las inundaciones, controlan la erosión del suelo, son zonas de amortiguamiento contra contaminantes en el agua (filtros de sedimentos, absorben grandes cantidades de nitrógeno y fósforo provenientes de los abonos agrícolas), mantienen la diversidad biológica y recargan los acuíferos.

Debe destacarse también la importancia económica de los humedales para la pesca comercial y los usos recreativos y educativos. Muchas de nuestras especies de peces de gran valor comercial pasan parte de su ciclo de vida en los manglares.

A pesar de la importancia ecológica, económica y recreativa, las actividades realizadas por el hombre han ocasionado el deterioro y la pérdida de estos recursos naturales. Entre las causas asociadas a estas actividades se encuentran: Drenaje excesivo, cambio en el curso natural de las aguas (canalizaciones), desmonte en las zonas de captación, erosión y sedimentación asociada a las malas prácticas de conservación de suelos, rellenos y construcción, uso excesivo de fertilizantes, insecticidas y hierbicidas, establecimiento de rellenos sanitarios o vertederos, represación de los ríos y movimiento de materiales de la corteza terrestre, entre otras.

Históricamente, estas tierras han tenido valor económico relativamente bajo por su condición hidrológica. Al presente, muchos lugares en nuestra Isla en proceso de desarrollo se encuentran en terrenos que anteriormente eran humedales ya que su costo capital de adquisición ha sido relativamente bajo y además, en muchas ocasiones, son zonas de atractivo turísitico.

Es necesario pensar en el hecho de que cuando se pierden humedales con ellos se pierden muchas funciones vitales provistas por estos sistemas. Ejemplifiquemos con el caso específico de un sistema de humedal conocido por todos, los manglares. Pensemos en el “simple” hecho de la desecación, corte, dragado y relleno de todos en la Isla.

Los manglares tienen un alto valor ecológico y económico. Sustentan un número considerable de especies vulnerables o en peligro de extinción. Sin embargo, como bien señala el Plan de Manejo de los Manglares de Puerto Rico (DRNA, agosto de 1994), el desarrollo económico que se da en nuestras costas no es compatible con la conservación de este importante recurso natural.

De perderlos se perderían también las funciones que les son inherentes y que representan un gran valor para todos. Enumeremos algunas de estas:

  1. Evapotranspiradores – Suplen de humedad a la atmósfera y al hacerlo se convierten en fuente de enfriamiento natural a las comunidades cercanas a éstos.

  2. Son productores de grandes cantidades de oxígeno.

  3. Son fuente de materia orgánica e inorgánica que sostienen la red alimentaria estuarina y marina.

  4. Sustentan un número considerable de especies vulnerables o en peligro de extinción. Constituyen un importante lugar de anidaje para un sinnúmero de especies residentes y migratorias. Sirven de hábitat a especies marinas y estuarinas de alto valor comercial.

  5. Estabilizan los terrenos costeros contra la erosión, protegen el litoral contra los vientos.

  6. Constituyen uno de los más grandes atractivos isleños tanto para los turistas como para los científicos.

La pérdida total de los manglares y de cualquier otro tipo de humedal y con ellos sus funciones gratuitas para el hombre tendría un costo social y económico, que ni aún la alta tecnología por ser costosa puede producir e igualar.

Es necesario conservar nuestros humedales realizando actividades que sean compatibles sin que se afecte la capacidad funcional del sistema natural. Resulta posible armonizar el desarrollo socio-económico del país con el mejoramiento de nuestro ambiente. Esto puede ser factible si se lleva a cabo una mejor selección del uso del terreno y se restauran áreas deterioradas, aprovechando así nuestros recursos naturales al máximo como sería el caso de los humedales.

A pesar de los esfuerzos dirigidos por el gobierno, entidades y ciudadanos en la protección, conservación y preservación de estos recursos se hace imperioso tomar acción inmediata y enérgica dirigida a definir el sistema de humedales. Reconocer que éste es un recurso natural valioso mediante una declaración de política pública encaminada a su protección y mediante legislación, si fuera necesario, y posteriormente, la aprobación inmediata de un reglamento que establezca medidas de manejo y usos.

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