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Los arrecifes de coral se recuperan a paso lento

Las millas de arrecife de coral que bordean la isla se recuperan a un paso más lento de lo estimado tras el huracán María, debido a la proliferación de algas y contaminantes resultado de las actividades humanas no amigables al ambiente.

Aunque la destrucción coralina producto del poderoso ciclón fue de 11%, según datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, en inglés), científicos consultados coincidieron en que el daño no fue tan significativo como para suponer la extinción de tan importante ecosistema.

Como parte de los trabajos de recuperación, entidades científicas, universitarias y grupos comunitarios, en unión a las agencias ambientales estatales y federales, laboran en proyectos de siembra de nuevas fincas de corales y la preservación de las existentes.

“Los corales aguantaron mucha de la fuerza hidráulica y, claro, sufrieron las colonias y muchos se fragmentaron”, explicó Miguel Canals, director del Centro de Ciencias Aplicadas e Ingeniería Oceánica del Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico (UPR).

“La estructura tridimensional del coral, en su estado saludable, disipa la energía del agua entre un 75% a un 95%. Ahora, estamos en una condición de 2% al 10% debido a la pérdida estructural. Las cabezas del coral extraen esa fuerza y, al romperse o fracturarse, pierden esa capacidad”, añadió.

Erosión costera

Por otro lado, Canals y los demás expertos entrevistados indicaron que no se puede establecer la pérdida de corales como único vínculo directo con los sucesos de erosión costera denunciados en días recientes. Estos últimos, dijeron, responden a múltiples factores.

“No podemos decir categóricamente que el efecto que tenemos de erosión costera en la isla se deba únicamente a la perdida de los corales. Sí ayudan a minimizar la entrada de agua de mar, al igual que lo hacen las yerbas marinas, las dunas, la playa y áreas rocosas. En María, de no haber los corales, la cosa hubiera sido peor. Pero hay muchos otros factores para decir que este asunto de la erosión se deba únicamente por los daños que sufrieron las colonias de corales en Puerto Rico”, indicó Antares Ramos Álvarez, consultora independiente en manejo de recursos costeros y marinos.

Tras el azote de María, Ramos Álvarez fungió como enlace entre la NOAA y Puerto Rico. Además, fue directora de Recursos Costeros en la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) durante el proceso de análisis de corales, dunas y playas. Con esa experiencia, afirmó que, en la actualidad, los corales se encuentran “bajo mucho estrés” para que se desarrollen saludablemente.

“Cuando ocurrió María, la fuerza hidráulica provocó muchas fracturas en los arrecifes cuerno de alce que hay al norte de Vega Baja, donde hay un gran parche de ese coral. Desde allí, estudiamos los arrecifes en la zona norte hasta Boca de Cangrejos, y observamos que sí hubo destrucción,pero recuperable”, la experta, y agregó que las fincas de crecimiento que había en Culebra y Guánica, que se destruyeron con el ciclón, están nuevamente en operaciones.

Ramos Álvarez relató que, como parte del Plan de Recuperación de Costas y Marinas de FEMA y otras agencias federales y estatales, se proveyó el personal capacitado para recuperar los “fragmentos de oportunidad” que se desprendieron de su colonia original. Dichos fragmentos fueron pegados con cemento hidráulico a un sustrato sólido o trasladados a zonas protegidas para que crezcan.

Algas y sedimentación

“En la actualidad, existen muchos contaminantes que están dañando el proceso de recuperación. Tenemos la actividad humana, que con sus desechos naturales y no naturales están provocando el crecimiento de un tipo de alga que hace mucho daño al coral. La pesca excesiva de los peces herbívoros, como el loro, también provoca ese desbalance de algas”, alertó la doctora en Ciencias Marinas.

Existen variedades de algas que son beneficiosas para el arrecife de coral y contribuyen a su saludable y colorido aspecto. No obstante, las que proliferan por los nutrientes bacteriológicos y contaminantes químicos de la actividad humana están esparciéndose aceleradamente y afectando el ecosistema.

“La sedimentación y la contaminación que bajan por los ríos Grande de Manatí y Loco tienen una relación directa con la merma en las colonias de coral en Manatí y la bahía de Guánica, respectivamente. Esto lo obtuvimos con datos de la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio), que llegó a conectar la actividad en la zona montañosa de la isla y su efecto directo en este asunto”, destacó, por su parte, Maritza Barreto, geóloga y oceanógrafa de la Escuela Graduada de Planificación de la UPR Recinto de Río Piedras.

Según Barreto, la disminución de la estructura coralina en las costas ha dejado vulnerable a los residentes aledaños ante cualquier evento natural que produzca fuertes marejadas. “Se han estudiado cuerpos de agua dulce cercanos a las costas que sufren la entrada de agua salada, alterando completamente el ecosistema y la costa”, expuso.

La agricultura no planificada, carreteras rurales sin pavimentar, deforestación en las cuencas hidrográficas y la construcción de plantas de tratamiento para aguas residuales urbanas son otros de los factores destacados por los científicos entrevistados como responsables de la merma de la barrera coralina de Puerto Rico.

“Se trata de décadas de escorrentías de agua sedimentada que provocan que el coral se ahogue. Ese sedimento provoca que el coral no tenga su intercambio natural de alimento, respiración y reproducción. En fin, lo mata”, ilustró Canals.

“Teníamos una pobre calidad coralina en la isla grande en comparación con Culebra antes de María. Le tomará como unos cinco a 10 años en recuperarse satisfactoriamente, pero hay que bajarle la presión, el estrés. Eso se hace reforestando para evitar la erosión y la fuerte bajada de escorrentías en la montaña, reestructurando las prácticas de agricultura y ganado y evitando verter contaminantes al agua”, recomendó Ramos Álvarez.

El conjunto de expertos coincidió en que el alza en el nivel del mar y la temperatura oceánica, como consecuencia del cambio climático, también contribuyen a la merma coralina a nivel local y mundial. Resaltaron que este asunto dio paso a estudios en la Organización de las Naciones Unidas cuando celebró, en 2018, el “Año Internacional del Arrecife de Coral”.

Uno de los estudios presentados destacó que el mar absorbe el 93% del calor atrapado por los gases de invernadero –que se hallan muy superiores a la era preindustrial–, lo que hace que los corales estén prácticamente hirviendo.

Por otro lado, los científicos mencionaron que las leyes actuales protegen a los corales contra la navegación irresponsable y anclaje, al igual que la destrucción por contacto humano directo.

Observación de pescador

Desde su perspectiva como pescador, Carmelo Serrano Acosta identificó e introdujo otra variable a la ecuación del daño a los corales en su área: el sargazo.

“Si vamos a hablar de los corales, desde hace tiempo están bien deteriorados. Con el huracán se arrancaron y las yerbas del fondo se fueron. Con ello, los peces ahora hay que buscarlos más lejos. Entonces, desde hace como tres años, tenemos el sargazo que ha sido cada vez peor”, dijo Serrano Acosta, quien es administrador de la Asociación de Pescadores de Sardinera en Fajardo y lleva varias décadas dedicado a la pesca.

“Ese sargazo cubre muchas zonas y les quita el oxígeno a los peces. Posteriormente, se muere y se forma como un babotero en el fondo que asfixia a los corales. Eso es en cadena. No hay corales porque se destruyeron, los peces no vienen y los pocos que quedan se mueren en la orilla. Es un desastre”, declaró.

En el extremo opuesto de la isla, Gonzalo Velázquez Ayala, administrador de la Pescadería Soltero en Puerto Real, en Cabo Rojo, coincidió con Serrano Acosta, y lamentó las condiciones de deterioro en el fondo marino.

“Hay una escasez tremenda de cabrilla, sama, langosta, carrucho. Antes de María, se podía suplir a los restaurantes cercanos y de pueblos como San Juan, San Germán, pero, de sobre 500 a 600 libras de langostas que hacíamos en un día entre 10 pescadores, ahora hacemos 40 a 50 libras. Hay que ir más lejos a pescar”, dijo Velázquez Ayala, al puntualizar que el daño a los corales de la zona fue determinante para esta situación.

Asimismo, destacó las grandes pérdidas económicas que ha tenido por espacio de dos años. “Imagínate, la langosta le deja al pescador como $60 diarios y tiene que invertir prácticamente eso en gasolina y equipo para poder llegar a ellas. Igual pasa con el pescado y el carrucho. Se escondieron. Se metieron más lejos y profundo. Eso pone en riesgo la vida del buzo”, manifestó, y dijo que, en tiempos recientes, varios de sus compañeros han muerto laborando.

“Los muchachos (los buzos) tienen que sumergirse más veces y más profundo, y sabes que eso los afecta. Por ello, muchos se van para la jardinería o la construcción. El pescador está desapareciendo”, puntualizó Velázquez Ayala.

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